Es la ruta donde cada día muere mi voluntad. Renuncio a todo lo que creo que es mi derecho, pongo mi mejilla, se llevan mi capa, entrego mi túnica, decido hacerle el bien a mi enemigo; completa misericordia sin esperar nada a cambio. Dar todo a pérdida para que Cristo brille cada día más en mí, donde su esplendor opaque mi imagen al punto dónde solo se vea Él.
Morir es el mensaje que nadie quiere escuchar. Amar, orar y servir a nuestros enemigos; acciones que no queremos ejecutar. Se nos olvida el poder que tiene el amor. Poder que fue capaz de salvarnos, donde la muerte fue vencida una vez y para siempre. No se trata de mostrar bondad al que la merece, es mostrar misericordia con todos porque Él fue misericordioso con nosotros. Él nos amó primero.
Decidamos cada mañana tomar la cruz, doblegar nuestra carne, morir incluso al orgullo santo de la salvación porque solo por medio de Cristo podemos ser salvos, de lo único que podemos gloriarnos es de nuestra debilidad porque Él se perfecciona en nuestra debilidad.
Tomar la cruz es el atuendo que nunca pasa de moda, que puedes usar cada día cuando lo decidas. Yo decidí sacarlo del gancho y usarlo todos los días. ¿Qué vas hacer? ¿Te atreves a cargar tu cruz hoy?
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