Febe
Romanos 16:1-2
Les encomiendo a nuestra hermana Febe, quien es diaconisa de la iglesia en Cencrea. Recíbanla en el Señor como digna de honra en el pueblo de Dios. Ayúdenla en todo lo que necesite, porque ella ha sido de ayuda para muchos, especialmente para mí.
Es indiscutible el rol de la mujer como líder dentro de la iglesia. El ministerio de Jesús estuvo rodeado de mujeres y vemos en la Palabra varias mujeres que fueron relevantes en la iglesia primitiva.
El apóstol Pablo hace referencia a Febe, una diaconisa de la Iglesia en Cencrea en la carta a los romanos. La palabra diácono, según su etimología, proviene del griego “diakonos”, que a su vez se deriva del latín “diacunus” cuyo significado es “servidor”. Los diáconos fueron establecidos en la iglesia para servir a los santos y de esta forma los pastores o líderes principales pueden ocuparse en su preparación en la Palabra. La Palabra es bien especifica en cuanto a los requisitos para designar u ordenar a una persona para ejercer este ministerio (1 Timoteo 3:8-13).
Febe no era cualquier líder, ella era una fiel servidora, era una diaconisa. Lo más que me llama la atención es que Pablo exhorta a los romanos a recibir y ayudar a esta mujer, ya que ella se había destacado en ayudar a muchos. Esto me llevó a reflexionar y hacerme la siguiente pregunta, ¿que tipo de líder soy? ¿soy la ayuda que en algún momento yo necesite en mi vida?
Es muy fácil caer en el engaño de que tener una responsabilidad de liderazgo es una posición para recibir reconocimientos. La realidad es que Jesús nos modeló un liderazgo que lava los pies, un líder que sacrifica su propia vida por amor a los demás. Muchos líderes están tan ocupados en responsabilidades que llegan olvidar el verdadero propósito de su liderazgo. Se deslumbran ante los elogios, los reconocimientos y olvidan que su propósito es servir, ayudar a otros. El problema muchas veces es que deseamos servir, pero realmente deseamos ser vistos. El verdadero servicio es aquel que nadie puede ver.
Como mujeres tenemos la oportunidad de ejercer ministerio dentro y fuera de nuestra iglesia local. La realidad que es un honor poder servir, pero para hacerlo de la forma correcta, debemos tener el enfoque correcto.
Lamentablemente, vemos mujeres que ejercen un liderazgo lleno de manipulación, control, centradas en ellas mismas, donde no están dispuestas a ayudar a otros. Es triste ver líderes usando su liderazgo para competir con otros, estimulando envidias y celos entre unos y otros.
Vemos el ejemplo de Febe y es hermoso como Pablo destaca que esta mujer fervientemente ayudaba otros. Era una mujer de impacto en su iglesia local por su servicio. Lo más asombroso es que solo fue mencionada una vez en el Nuevo Testamento. Este es el tipo de liderazgo que todos debemos imitar. Un liderazgo que lava los pies sucios, que ayuda desinteresadamente, manos sin rostros. Líderes que dan sin esperar nada a cambio. Servidores que no buscan ser vistos o reconocidos.
Una de las cosas que yo he tenido que aprender es ayudar a otras mujeres a alcanzar sus sueños sin ser vista. Ser una mujer que levanta con sus palabras y destaca lo mejor de los demás. Edificar con mis palabras, corregir en amor y gozarme cuando veo a otros brillar. Por que un liderazgo sano no se trata de nosotros, se trata de la gente. Es saludable evaluar cómo estamos ejerciendo nuestro liderazgo. Preguntarnos ¿estoy sirviendo? o ¿me estoy sirviendo?
Dios desea que seas una mujer que ejerce un liderazgo sano, lleno de gracia y lleno de Su fortaleza. La iglesia, los Pablos de hoy, necesitan líderes como Febe. Te pregunto, ¿podrás ser la Febe en la vida de alguien? ¿Podrás ser la Febe que tu iglesia local necesita? Tu conoces la respuesta.
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