“¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en su lugar santo?
Solo los de manos limpias y corazón puro,
que no rinden culto a ídolos
y nunca dicen mentiras.”
Salmo 24:3-4
En medio de la adoración, siempre esperamos que mientras ocurre la alabanza y exaltación el Señor se manifieste y descienda Su poder. ¿No has pensado en que nosotros deberíamos subir? El Salmo 24:3-4 nos pregunta quién puede subir y nos presenta cómo debemos hacerlo.
Debemos anhelar subir, pero es necesario que nuestras acciones sean las correctas a la luz de la Palabra de Dios, nuestro corazón esté limpio y que nuestra intención sea solo rendir nuestras vidas como adoración al Señor.
Uno de los mayores riesgos dentro de la adoración es que idolatremos la adoración, una posición, un título, que adoremos la adoración, busquemos el reconocimiento y perdamos el foco. A veces como adoradores y ministros del altar, llevamos tanto tiempo ministrando que todo se puede tornar rutinario y olvidamos lo más importante, buscar de todo corazón al Señor, que nuestra relación con Él crezca.
¿Cómo podemos subir? Podemos subir bajando, tomando la misma actitud que hubo en Cristo.
“Haya, pues, en ustedes esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a Sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.”
Filipenses 2:5-11
“Bajar es…
…negarnos a nosotros mismos
…es rendir todo nuestro ser
…es renunciar al orgullo
…es doblegar el ego
…es mantener el corazón humillado
…es renunciar a nosotros mismos por amor Él”
Vemos que esta actitud que hubo en Cristo lo colocó en una posición de autoridad. Al punto de que Jesús no era cuestionado por los milagros ni por lo que hacía, sino por la autoridad que estaba sobre Él.
“y le dijeron: Dinos, ¿con qué autoridad haces estas cosas, o quién te dio esta autoridad?”
Lucas 20:2
Esta autoridad era resultado de su humillación, al no aferrarse a quien era, no se sirvió de ser el Hijo de Dios, sino que se humilló por completo ante el Padre siendo igual al Padre. La única forma de subir nuestra relación, intimidad y autoridad es arrodillando el corazón. Para SUBIR hay que BAJAR. Es bajar como la mujer derramó el alabastro a los pies de Jesús. Adoración no se trata de ministrar en un altar, la adoración es humillar nuestro corazón con tal de estar en Su presencia.
Jesús pudo manifestar el cielo en la tierra por su humillación y sometimiento a Dios. Como adoradores queremos ver y experimentar una manifestación fresca de Su Espíritu, pero solo se podrá manifestar cuando rindamos por completo el corazón, renunciando a todo lo que trae reconocimiento a nosotros, cuando subimos con las intenciones correctas a Su presencia, en humildad, no buscando nada, sometiéndonos al Padre y a Su Palabra, rindiendo todo nuestro ser por amor a Él.
El Padre te invita a baja; ¡Él quiere verte SUBIR!
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