Cuenta la historia que al llegar a la costa Fenicia, Alejandro Magno observó que
sus enemigos le triplicaban en número y que su tropa se veía derrotada antes de
pisar el campo de batalla.
Alejandro Magno desembarcó e inmediatamente mandó quemar todas las naves.
Mientras su flota ardía, reunió a sus hombres y les dijo: Observad cómo se
queman los barcos. Esa es la única razón por la que debemos vencer, ya que si no
ganamos, no podremos volver a nuestros hogares y ninguno de nosotros podrá
reunirse con su familia nuevamente, ni podrá abandonar esta tierra que hoy
despreciamos. Debemos salir victoriosos en esta batalla, ya que solo hay un
camino de vuelta y es por el mar. “Caballeros, cuando regresemos a casa lo
haremos de la única forma posible, en los barcos de nuestros enemigos”».
Qué determinación, que osadía, quemar los barcos. Ante un panorama no muy
alentador, el tener la mirada en el objetivo a conquistar los llenó de valor y
obtuvieron la victoria.
¿Qué puede representar para ti hoy quemar tus barcos?
En la palabra de Dios vemos una mujer que ante un panorama muy difícil tomó
una decisión similar. Me refiero a la mujer del flujo de sangre (Lucas 8:43-48). Esta
mujer había agotado todos sus recursos posibles para aliviar o sanar de su
enfermedad, pero un acto arriesgado la llevó a conquistar la sanidad que
necesitaba.
Esta mujer rompió el protocolo religioso al salir de su casa, la tradición dictaba
que no podía salir de su casa. A pesar de llevar 12 años con esta condición,
aunque sus recursos económicos habían escaseado, su fe aun estaba viva. Esta fe
la lleno de valor, de osadía para acercarse a Jesús. Su fe acompañada de acción,
de valor, trajo como resultado su sanidad.
Esta mujer se atrevió a quemar los barcos de la religiosidad, de la tradición, del
qué dirán. Renunció a los pensamientos que muy probablemente acechaban su
fe, ¿para qué volverlo a intentar? ¿qué te hace pensar que esta vez será
diferente?
En 1 Crónicas 4:9-10 vemos la historia de Jabes. Este hombre fue marcado por su
nombre desde su nacimiento, “dolor.” Hasta que un día este hombre se atrevió
hacer un oración arriesgada:
«¡Ay, si tú me bendijeras y extendieras mi territorio! ¡Te ruego que estés conmigo
en todo lo que haga, y líbrame de toda dificultad que me cause dolor!»; y Dios le
concedió lo que pidió.
Su atrevida oración lo llevó a una nueva temporada de bendición, de extender y
cumplir su propósito. Quemar los barcos del dolor, del pasado, de la maldición.
Dios desea que te atrevas a ir por más, que te arriesgues a quemar los barcos que
te tienen estancado, abatido, que te mantienen con pensamientos de escasez, de
derrota, que han robado tu gozo, tu esperanza, han paralizado tu propósito.
Atrévete y aprópiate de lo que nos dice la palabra de Dios en Isaías 54:1-3:
«Grita de júbilo, oh estéril, la que no ha dado a luz; (aun no lo ves, pero ya
lo recibiste y lo ves hecho, puedes celebrarlo anticipadamente)
Prorrumpe en gritos de júbilo y clama en alta voz, la que no ha estado de
parto; Porque son más los hijos de la desolada que los hijos de la casada»,
dice el Señor. (puedes gritar de jubilo por la Victoria, aunque todo se ve
desolado, Dios te dará más de lo que has pedido o clamado)
2 «Ensancha el lugar de tu tienda, Extiende las cortinas de tus moradas, no
escatimes; Alarga tus cuerdas y refuerza tus estacas. (comienza hacer
espacio para lo que Dios va hacer en tu vida, extiende tu visión, tus
pensamientos, porque tu propósito es grande en el Señor, haz espacio en
tu corazón para la ampliación que Dios desea hacer primero dentro de ti…
3 Porque te extenderás hacia la derecha y hacia la izquierda;
Tu descendencia poseerá naciones, Y poblarán ciudades desoladas.
(primero se extiende internamente, para luego dar pasos y extenderte en
su propósito)
Atrévete a quemar los barcos, atrévete a tomar decisiones arriesgadas como la
mujer del flujo de sangre, atrévete y renuncia al dolor del pasado como Jabes y
comienza a dar gritos de júbilo por la ampliación y el cumplimiento del propósito
de Dios para tu vida y tu descendencia.
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